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jueves, 19 de enero de 2017

RECOMIENDO LA LECTURA DE ESTA HISTORIA DE SUPERACIÓN A PESAR DE LA ADVERSIDAD

RECOMIENDO LA LECTURA DE ESTA HISTORIA DE SUPERACIÓN A PESAR DE LA ADVERSIDAD

La siguiente historia, encierra un verdadero ejemplo, de cómo una situación adversa puede ser una bendición, te sorprenderá el desenlace final, dice así:


“No había peor oficio en el pueblo que ser portero del prostíbulo. ¿Pero qué otra cosa podía hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio.

Un día, se hizo cargo del prostíbulo un joven con inquietudes, muy creativo y emprendedor y, decidió modernizar el negocio. Hizo cambios y citó al personal para dar las nuevas instrucciones. Al portero le dijo: -A partir de hoy usted, además de estar en la puerta, va a preparar un reporte semanal donde registrara la cantidad de personas que entran y además anotará sus comentarios y recomendaciones sobre el servicio.

-Me encantaría complacerlo señor, señor!, pero no se leer ni escribir.

-¿Cómo?…¡Cuanto lo siento, pero tendré que prescindir de sus servicios!

-Pero señor usted no me puede despedir, ¡yo trabaje en esto toda mi vida!

-Mire yo comprendo pero no puedo hacer nada por usted, le vamos a dar una indemnización hasta que encuentre otra cosa. Lo siento y que tenga buena suerte.

Sin más se dio vuelta y se fue.

El portero sintió que el mundo se le derrumbaba ¿Qué hacer?…y recordó qe en el prostíbulo, cuando se rompía una silla o se arruinaba una mesa, el lograba hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria hasta conseguir un empleo, pero solo contaba con unos clavos oxidados y una tenaza derruida. Entonces pensó que usaría parte del dinero de la indemnización para comprar una caja de herramientas completa. Como en el pueblo no había ninguna ferretería, debía viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. Y emprendió la marcha.

A su regreso, su vecino llamó a su puerta: -¡Hola! ¿vengo a ver si tiene una martillo para prestarme?

-Si, lo acabo de comprar, pero lo necesito para trabajar… ¡como me quede sin empleo!

-Bueno, pero yo se lo devolveré mañana bien temprano.

-Está bien. A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó la puerta.

-Mire yo todavía necesito el martillo. Por qué no me lo vende?

-No puedo lo necesito para trabajar y además la ferretería está a dos días en mula.

-Hagamos un trato- dijo el vecino. Yo le pagaré dos días de ida y vuelta más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?

Realmente esto le daba trabajo por cuatro días y aceptó. Volvió a montar su mula y a su regreso, otro vecino lo esperaba en la perta de su casa.

-¡Hola vecino! ¿usted le vendió un martillo a nuestro amigo?, vengo a decirle que yo necesito unas herramientas y estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje, más una pequeña ganancia…es que no dispongo de tiempo para el viaje.

El ex -portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue. Recordaba las palabras escuchadas. ¡No dispongo de cuatro días para comprar!

Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que el viajara para traer herramientas. En el viaje siguiente, arriesgó un poco más de dinero trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes. La voz empezó a correrse por el pueblo y muchos quisieron evitarse el viaje.

Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.

Con el tiempo alquiló un galpón para almacenar las herramientas y algunas semanas después, adaptó una vidriera y el galpón se transformó en la primera ferretería del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban sus pedidos, el era un buen cliente. Con el tiempo las comunidades cercanas preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha. Un día, se le ocurrió que su amigo el tornero, podría fabricarle las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no? Las tenazas… las pinzas… los cinceles… y luego fueron los clavos y los tornillos…

En diez años, aquel hombre se transformó en millonario con su trabajo como fabricante de herramienta.

Un día decidió donar una escuela a su pueblo. En ella, además de leer y escribir, se enseñarían las artes y los oficios más prácticos de la época y en el acto de inauguración de la escuela, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, lo abrazó y le dijo:

-Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de esta nueva escuela.

-El honor sería para mí –dijo el hombre.

-Nada me gustaría más que firmar allí, pero no se leer ni escribir; soy analfabeto.

-¿Usted? –dijo el Alcalde que no alcanzaba a creer.

-¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? ¡¡Estoy asombrado!!… me pregunto, ¿qué hubiera sido de usted si hubiera sabido leer y escribir?

– Yo se lo puedo contestar –respondió el hombre con calma.

Si yo hubiera sabido leer y escribir… sería el portero del prostíbulo…” (Anónimo)


Si estás pasando por un mal momento y crees que no hay solución, o piensas que no tienes los medios, o los conocimientos necesarios para conseguir poder superarlo, te equivocas.

Muchas veces lo que necesitas es que agudices tu observación, porque allí, donde menos te lo esperas, aguarda por ti lo que nunca imaginaste que podrías conseguir.

Fuente: http://equilibriumquantico.com/